Laciana no se movilizará por Victorino Alonso

Fernando Francisco y Juanín 'El Cuco' posan al salir del tajo en mina Escondida, la única explotación de interior en Laciana. Secundino Pérez.DIARIO DE LEÓN

Con la moral minada.

Los mineros, frustrados por la ineficacia de la II Marcha Negra, los encierros y la huelga de hambre, viven una situación límite: las ayudas sociales en las cuencas se han duplicado porque muchos de ellos sólo han trabajado tres meses y decenas de prejubilados ya ‘cumplidos’ todavía siguen en los tajos.

marco romero | león 28/09/2011

«No sirvió de nada», «fue un parche», «una ayuda al empresario», «seguimos igual o peor que hace un año». El sentimiento de frustración es genérico en las cuencas mineras de León, ahora que se cumple un año de la Segunda Marcha Negra que reivindicó durante nueve días la aprobación y puesta en marcha del Real Decreto del Carbón que garantizará la continuidad del sector hasta el año 2018. Pero, después de toda la movilización laboral y social que implicaron las protestas, los encierros y la huelga de hambre, cunde el desánimo. La situación es desesperada para muchas familias, tanto que las solicitudes de ayudas de emergencia se han duplicado en el Ayuntamiento de Villablino este año, superando ya las 200, según desvela la concejala de Asuntos Sociales, Olga Dolores Santiago Riesco. «La gente lo está pasando muy mal», sentencia. Y es que hay familias que han ingresado tres nóminas en todo el año. Porque después de las jornadas de huelga que paralizaron la producción a finales del año pasado, llegaron los ERE. Algunos han estado hasta nueve meses parados, bajo mínimos. «Después de la marcha se vio la luz en el túnel, pero duró poco», afirma Toño, uno de los organizadores. «En aquel momento estábamos mal y ahora casi igual; hay mucha gente que se ha quedado en el camino», añade. No en vano, uno de los principales incumplimientos del Plan del Carbón denunciados por el sindicato CC.OO. es el déficit de 1.700 trabajadores frente a los comprometidos, una pérdida de carga laboral que se nota en la industria y en los pueblos.

Peor que antes. Juan Corral, más conocido como Juanín el Cuco, es ayudante minero en mina la Escondida, ubicada en la población lacianiega de Caboalles de Arriba. Siguió la marcha minera en el grupo de cola, siempre acompañado por su camarada, lo que les valió el sobrenombre de Zipi y Zape. Hace un año, echaba en falta a su gata Nikita, ahora madre de no se sabe cuántos cachorros. Son las seis de la tarde de un viernes más y Juanín sale del tajo en la única mina de interior que queda en el valle, propiedad del grupo Viloria. Tan sólo lleva cuatro meses trabajando, puesto que se ha visto afectado por un Expediente de Regulación de Empleo durante siete meses. «Estamos peor que antes y el que diga lo contrario, miente», subraya. «Pocos hay que pasen de 1.100 euros», añade cuando se habla de los sueldos de los trabajadores más jóvenes del sector del carbón. Le quedan seis años para cumplir.

Del mismo tajo sale Fernando Francisco. Tal es su decepción que asegura tajante: «No me pillan en otra».

Lo que viene a decir es que no volvería a partircipar en una gesta como la que protagonizaron el año pasado por estas fechas 200 mineros de León, Palencia y Asturias entre Villablino y León. Fueron nueve días duros de marchas kilométricas y de distanciamiento de la familia, algo poco usual en ellos. «Aquello sirvió de poco», comenta ataviado con su característica funda y el casco todavía iluminado. El taller de ferralla y la mina aún dan empleo a medio centenar de trabajadores, los únicos que sobreviven en interior en esta cuenca. En el resto de la provincia, mineros de interior ya sólo quedan en las explotaciones de la Hullera Vasco Leonesa, en la montaña central. Pero la gran mayoría de los empleados del sector trabajan en el túnel minero de Cerredo (Asturias), propiedad de Victorino Alonso.

«El mañana cada vez se ve más negro», vaticina Francisco Aller, uno de los organizadores de la segunda marcha minera. La estrategia energética ya planteada prevé la reducción de producción a partir del próximo año, «y eso pondrá las cosas mucho peor de lo que están». Prejubilado desde el pasado mes de enero, es consciente de que las protestas realizadas hace un año sirvieron «para cobrar en un presente las nóminas». Pero para poco más, puesto que «la espiral de los ERE» volvió a tambalear a los trabajadores del sector. Y esta situación todavía se arrastra hoy.

En este mismo sentido, la patronal minera Carbunión no tiene muy claro que se vaya a mantener la reducción de ayudas que estaba prevista a partir del año 2014 y es posible que el Ministerio de Industria trate de poner en marcha un plan de ajuste dos años antes. De confirmarse la reducción del 25% de las ayudas antes del 2014, la patronal entiende que la mayor parte de los cierres serían inevitables antes del año 2018.

Laureano López (36 años) encabezó la marcha minera en varios tramos. Su imagen apareció en informativos y periódicos desde todos los ángulos. «No sirvió de mucho», lamenta hoy. «En el fondo fue más una reivindicación para el empresario que para los trabajadores. A nosotros nada: a los de los cielos abiertos les mandaron al ERE en 15 días y a nosotros, en 40». Entre unas cosas y otras, Laureano empezó a trabajar el 27 de junio. Y, como todos los que fueron recolocados en Cerredo desde el pozo Calderón, perdiendo dinero. «Me gustaría que acabara bien, pero no creo que se quieran mojar mucho», augura este lacianiego hijo y nieto de mineros cuando se refiere a las negociaciones respecto al nuevo Plan del Carbón que regulará el sector hasta el 2018, fecha en la que Europa pretende poner fin a las explotaciones carboneras no competitivas.

Temido final de año. Los hermanos Vilariño fueron otros de los mineros más populares de la segunda marcha. De apariencia casi idéntica, su hiperactividad diurna y nocturna les multiplicaba por cuatro. El recuerdo de aquellos días se asemeja a lo heroico, pero las consecuencias directas de la protesta, en la práctica, no han beneficiado a los trabajadores. «Seguimos igual o peor, y veremos cómo acaba el año», comenta Juan Carlos en el patio del colegio San Miguel de Villablino, donde coincide con otros muchos compañeros de la marcha que van a recoger a sus hjijos a la salida de las clases. Al contrario que otros muchos centros educativos, la mayoría de los presentes son padres. Cargan las mochilas de los pequeños y se dirigen a un parque cercano antes de comer para que los pequeños acaben de desfogarse. Eso ocurre ahora, pero hace medio año, cuando la mayor parte de los trabajadores del carbón estaban sometidos a ERE, la presencia masculina era prácticamente unánime. «Todos los días iba a la ruta verde», confiesa Juan Carlos.

En su caso, cuando la industria se puso en orden tras la marcha que acabó el 29 de septiembre, empezó a trabajar. «En enero se empezó a oír lo del ERE y el 9 de febrero nos dijeron que nos quedásemos en casa». Así hasta el 2 de junio. Trabaja en Cerredo, pero los compañeros de los cielos abiertos tuvieron vacaciones obligadas bastante más largas, en algunos casos hasta nueve meses. «Ahora sigues preguntándote todos los días qué pasará; es una incertidumbre permanente».

«Realmente nada», contesta Sergio López a la pregunta ¿qué aportaron las protestas del pasado año a la mejora del sector? «Seguimos igual, con los mismos problemas. Así que hicimos una marcha con la que no conseguimos nada». «Bueno, perder kilos y estropear los pies», matiza. «Fue un engaño para todos porque lo que reivindicábamos no se ha cumplido».

Más de un minero declinó la entrevista. Siempre por la misma razón. Son trabajadores que ya tendrían que estar prejubilados, en algunos casos desde principios de año. Es tal su indignación que prefieren no hablar para evitar mayores disgutos. «Si habla de esto se va a poner todavía peor», advierte la mujer de uno de ellos. Se da la circunstancia de que el Gobierno está bloqueando alrededor de 200 prejubilaciones, según los datos manejados por FIA-UGT. Y sólo de la minería privada, puesto que los ‘cumplidos’ en Hunosa se están prejubilando con total normalidad.

El Ministerio de Industria atribuye esta situación a las adaptaciones que se tienen aplicar en la legislación española para adecuarse al documento aprobado el pasado mes de diciembre por los 27 países de la UE para poner fin a las subvenciones que sostienen las explotaciones no competitivas en el año 2018 y mantener únicamente las destinadas al cierre y a otros aspectos puntuales, caso de las prejubilaciones. Paralelamente, Bruselas se ha tomado su tiempo en estudiar la propuesta global de las empresas mineras españolas para adaptarse a la última gran reestructuración del sector. Con todo, las prejubilaciones que inicialmente se retrasaban para principios de verano aún no han sido liberadas por la comisión delegada de Asuntos Económicos, pese a que el actual Plan del Carbón contempla cuatro incorporaciones por cada nueve prejubilados.

Mario Rivas tiene 33 años, 14 de estos trabajando en la mina. Ahora alterna su empleo como artillero en un cielo abierto con su cargo como concejal de Desarrollo Económico y Empleo, Juventud, Juntas Vecinales y Ganadería en el Ayuntamiento de Villablino. Participó en la marcha minera, volvió, trabajó un mes y medio y se fue a un ERE de seis meses. «Pensamos que habíamos arreglado algo y no hicimos nada», setencia. Ha querido que la gente como él, joven y del sector, esté representada en la política. «Yo sí voy a mirar por nuestros intereses y los de nuestros hijos». Tiene dos, un niño de cinco años de edad y una niña de dos. «Quiero que ellos puedan elegir si quieren quedarse aquí o no. Sé que es difícil, pero por eso estoy en las dos partes. Y si consiguiéramos dejar aquí a nuestros hijos sería un logro». ¿Y por qué cree que las protestas de hace un año no sirvieron para nada? Lo tiene muy claro: «Tristemente no valió de nada porque aseguró el futuro a muy corto plazo y el sector del carbón sigue igual; quizá tengamos que hacer una tercera marcha minera», amenaza. El sentimiento que le ha quedado es el de alguien que va con mucha ilusión a una misión y vuelve defraudado. Pero el sentimiento reivindicativo entre los trabajadores se va perdiendo.

Cuando te mandan a casa. Arias asegura: «Desde que volvimos, no han quemado ni un gramo de carbón porque están quemando el viejo, y eso se firmó que se iba a hacer». Esta afirmación coincide con los planteamientos que defenderá hoy el sindicato FIA-UGT ante los responsables de Industria y Carbunión para que se garantice la producción comprometida para final de año a tenor del Real Decreto que pretendía estabilizar el sector. De no ser así, el ejercicio podría acabar con serios problemas y no aseguraría tampoco que el carbón entrara en las térmicas para ser quemado en los primeros meses del 2012. El panorama se presenta oscuro si los responsables del ministerio confirman el adelanto de la reducción de las ayudas al cierre al próximo año —un 10% para el 2012 y un 14% para el 2013— y no en el 2014, como preveía inicialmente el Real Decreto.

En esta situación no es de extrañar que prolifere el malestar. «Cuando te mandan para casa por un ERE ya no sólo es el dinero, sino que cada día que pasa es una incógnita sin respuesta; eso es lo que pasa», indica Mario Rivas. En estos 14 años que lleva trabajando en la minería, garantiza que nunca ha visto una situación tan dramática en las cuencas mineras. El Ayuntamiento de Villablino, uno de los más azotados por la crisis minera, nota cada día la desventura de muchas familias, como lo muestra el trasiego de vecinos que entran en la Concejalía de Asuntos Sociales. En el municipio todo gira en torno a la minería. Por lo tanto, si se paraliza el sector, la actividad económica en los negocios de la zona también se para. Y, en consecuencia, el paro crece en todos los sectores. «Está todo mal, pero los inmigrantes, peor y las mujeres, ni te cuento», resume su titular, Olga Dolores Santiago Riesco.

 

Ver para creer. Óscar Fernández Gatón vive en Villaseca de Laciana. Es el único de los mineros de la marcha que había participado en la primera columna de 500 hombres que inició la Marcha Negra en 1992. Le quedan cinco meses para cumplir. Y como para el resto de compañeros, el último año no ha sido fácil. En diciembre le trasladaron desde pozo Calderón a Cerredo (Degaña). El 9 de febrero dejó de trabajar como consecuencia de un ERE que duró hasta el 27 de junio. «La sensación que queda es que lo que se ha hecho es un parche. Y como todos los planes del carbón, este tampoco se cumple. Nos sentimos engañados», dice. Es de los que opina que «España se lo debe todo al carbón» y que los mineros han pasado «de héroes a villanos». No es de los que peor lo ha pasado en estos meses, explica. «No tengo hijos y mi mujer trabaja, pero yo he visto cosas… Puedes imaginar lo que ha sido este septiembre para los padres con niños en el colegio… Y aquí nadie, nadie nos ha ayudado». «A partir del 2012 —concluye—, si algo queda se tendrán que replantear las cosas, porque si no lo van a pasar muy mal; van a tener que trabajar por la comida, como en los años 60».

La entrevista con Fernández Gatón se realiza durante un breve paseo por las viejas instalaciones del grupo Lumajo, en Villaseca. Al contrario que otro patrimonio de la zona, los edificios y el material no han sido desmantelados. El Pico El Castro otea a sus pies las vías por las que se sacaban los vagones de carbón. El óxido se ha apoderado de este paisaje industrial. Ya sólo pasean por aquí los perros y gallinas exiliados del pueblo.